miércoles, 28 de marzo de 2007

En estos tiempos, speaking of witches.


Del plagio, hacia una difusión que los alcanze, les traigo esto:

“De la raíz latina mem salieron dos palabras: mens -mente- y memor -el que recuerda-; la memoria, como concepto, llegó más tarde. Primero apareció el que se acordaba, y después el recuerdo. En la Argentina, ahora, la memoria es anterior al que la ejerce: hay una Memoria, hay una obligación que -parece- todos deberían ejercer. En la Argentina, ahora, secuestraron la palabra memoria, y la Memoria nos tiene de rehenes.

El diccionario no lo dice todavía, pero ya va a llegar: Memoria: sustantivo, femenino, argentinismo: el recuerdo de los crímenes de la dictadura establecida en 1976. La palabra memoria, tan plural, se cerró en un sentido único; por eso puede haber nombres tan extraños como "Museo de la Memoria". Un museo, por definición, es un lugar de la memoria: un lugar donde se guardan recuerdos de dinosaurios, pintores exitosos, batallas empatadas. Que un museo pueda llamarse Museo de la Memoria es la consagración de la palabra con sentido único. La Memoria se ha impuesto: la Memoria sustantivo femenino argentinismo.

Digo: si quieren hacer un Museo sobre el terrorismo de Estado, ¿por qué no lo llaman Museo sobre el terrorismo de Estado y dejan libre a la memoria?

(…)

El sol del 24 viene asomando y, como cada año, se renuevan los recuerdos de la dictadura. Sólo que este año vienen con dos partes de sponsoreo oficial, gotas de corrección política y Museo: el famoso Museo de la Memoria está al caer. Bátase bien.

Cada sociedad elige qué musea, y es interesante ver de qué se trata. Las mismas piezas griegas y romanas que ahora nos parecen el non plus ultra o summum de lo artístico se pasaron mil años tiradas o enterradas, hasta que los italianos del Renacimiento decidieron que para renacer tenían que haber nacido antes y que eso les había sucedido en el Imperio Romano y empezaron a desenterrarlas y las juntaron y las falsificaron y las vendieron a precio de clásico y, por fin, inventaron el museo para ponerlas ahí adentro. Los museos, durante un par de siglos, guardaron lo extraordinario: el arte y la curiosidad exótica. Después, ya en el siglo diecinueve, el racionalismo y su necesidad de clasificar y explicar el mundo se hicieron tan potentes que todo merecía museo: las obras de arte, por supuesto, pero también los despojos de la historia, las máquinas e instrumentos, los tumores de hígado, los huesos de gliptodonte o los huevos fabergé. Ahora los museos son grandes productores de dinero –atraen turistas- pero no han perdido su función didáctica. O mejor: atraen turistas porque conservan el aura de su función didáctica y los turistas creen que los viajes educan. Nosotros, como cualquier sociedad contemporánea, museamos casi todo –en Buenos Aires hay museos de odontología, de la Policía Federal, de la caricatura, de farmacobotánica, de la DGI, de urología y siguen las firmas-: ahora creemos que tenemos que musear también la famosa Memoria.

-¿Y qué, no está de acuerdo? Usted debe ser de esos que dicen que lo mejor es olvidar.

-¿Y elegir cómo se recuerda, pensar cómo se construye ese recuerdo, no lo tienta?

Me incomoda que, una vez más, la historia de los años setentas sea la historia del terrorismo de Estado: que se edifique alrededor del edificio donde los militares más mataron, que recuerde lo que ellos decidieron. Que lo que se musee sea la maldad de los malos y el sufrimiento de sus víctimas. Sospecho que eso fue lo que los malos intentaron: que olvidáramos la decisión de sus enemigos y recordáramos su capacidad de destruirlos. Ese recuerdo hizo que desde entonces mucha gente se abstuviera de hacer nada que pudiera molestar a los más poderosos. Ahora, cuando ese miedo parece disolverse -a partir, sobre todo, de diciembre 2001-, insistir en la potencia de los malos es casi una forma de disciplinamiento.

-¿Y entonces qué quiere, que para no hacerles el juego nos olvidemos de todo? ¿Qué hagamos como si no hubiera pasado nada y santas pascuas?

Me parece que nunca dije eso, pero sí pensar qué queremos recordar de todo aquello: si centrar la "memoria" en las atrocidades o recordar también las decisiones de los que después fueron sus víctimas. Eso, en general, no está incluido en el sustantivo Memoria, argentinismo. Y recordar, sobre todo, para qué los malos ejercieron su maldad. Si no, nos hundimos en la Teoría del Demonio Solo: la dictadura como arranque de locura colectiva de un grupo de chiflados perversos que se la agarraron contra sus compatriotas al mejor estilo Hannibal Lecter.

Poner algo en un museo postula que eso que se muestra se acabó: darlo por cerrado. Y supongo que eso es parte de la operación: si la "memoria" de esos años se limita a sus atrocidades, si se encierran esas atrocidades en un museo, se termina de elaborar un mensaje que deslinda esas atrocidades de sus efectos generales, de sus beneficiarios actuales. Lo interesante de la reflexión sobre la dictadura no es pensar cómo torturaban, sino para qué lo hacían. Los militares mataron para armar esta Argentina –para la cual los radicales desfallecieron y los peronistas engañaron y los ricos aprovecharon cada una etapa: es todo el mismo viaje. El verdadero museo de la violencia militar se llama Argentina 2004, y el año pasado se llamaba Argentina 2003 y el año que viene adivinen cómo se va a llamar. Me parece que si el Museo de la Memoria no está centrado en contar eso, no cuenta nada de lo que ahora cuenta.”

Martín Caparrós en la revista Veintitrés del 11 de marzo de 2004


lunes, 26 de marzo de 2007

Disculpen las molestias, se nos dio por opinar

“El que no conoce la verdad es un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira ese es un criminal." Esto dice Galileo Galilei (personaje) en la obra de teatro de Brecht q lleva su nombre. Y me acordé de esta frase, q siempre me pareció buenísima, a raíz de otra frase q habían seleccionado de la Carta Abierta a la Junta Militar de Walsh (con quien tengo una deuda pendiente): "El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades. "


Todo esto me puso a pensar sobre la verdad como construcción y todo eso q no me llega a entrar bien en la cabeza (otra deuda pendiente), en especial cuando se trata de temas sobre los q creo tener verdades construidas. Ahora se me ocurre q el tema quizá venga intentar no tomar nada como dado y realmente contruir nuestra propia verdad, investigando, pensando, etc. Es muy socrático esto (por no decir pelotudo) pero creo q lo q estoy diciendo es q no hay q casarse con ningún punto de vista, simplemente tener "opiniones amantes", q todos los días te vuelven a conquistar.


Y me dejo de joder ya, porq me estoy cansando de tanta pavada. Pero sí hubo algo que me tranquilizó de todos estos pensamientos demasiado grandes para mí. Este poema q me llegó de casualidad:

Oficio

Veo lo mismo que tú ves
(o incluso menos, porque mi vista declina).
Sólo que, cuando tú duermes,
o haces el amor en complicadas posiciones
(lo que también hago, con dificultad),
yo trato, con dificultad, de convertir
lo que ambos vimos en palabras;
y luego, con dificultad, las palabras en versos;
y más tarde, con dificultad, los versos en poemas
(cosas que a veces consigo, con dificultad).
Y entonces publico esos poemas, con dificultad;
y por ellos, a menudo, con dificultad, me
felicitan amigos y desconocidos,
y también con dificultad,
me odian más los mentirosos,
me llaman mentiroso los ciegos,
las mentiras me ciegan de odio.

Luis Rogelio Nogueras